Desde este momento también, los Númenóreanos crecen en orgullo y comienzan a recelar la prohibición de viajar al oeste, así que se convierten en marineros de renombre que viajan por todo el resto de Arda y visitan todos los rincones de la Tierra Media. En esta época también Sauron entrega los anillos a los pueblos libres de la Tierra Media: Siete anillos a los enanos y Nueve anillos a los hombres. Los enanos no son dominados por el Anillo Único como Sauron quisiera, pero los hombres sí, y los portadores de estos anillos terminan conviertiéndose en los Nazgûl.
Los Númenóreanos quedan divididos en dos bandos: por una parte los Hombres del Rey, que desea poder y una vida cada vez más larga. Envidian a los elfos y desean visitar Aman, pues creen que quien vive en ella se vuelve inmortal (lo cual es un error, ya que Aman no da la inmortalidad a los que viven ahí, sino que los que viven ahí (los Valar y los Maiar junto a los altos elfos) son los que vuelven a la tierra inmortal). Por otra parte están los llamados Fieles, representados por los señores de Andúnië, que permanecen fieles a las antiguas tradiciones. El conflicto entre ambas partes crece de tal forma que los Fieles terminan siendo perseguidos por los Hombres del Rey. En esta época el poder de Númenor crece sobre la Tierra Media en gran medida, y los Númenóreanos ya no sólo viven en su isla, sino que tienen numerosos puertos y establecimientos a lo largo de las cosas de la Tierra Media, entre los más importantes Umbar (de facción de Hombres del Rey) y Pelargir (de facción de Fieles).
Sauron aprovecha esta situación para desarrollar un plan que destruya a los Númenóreanos por completo, a los cuales odia desde que le evitaron conquistar Eriador. Arma un gran ejército para combatir a los Númenóreanos, pero sabe que las fuerzas Númenóreanas son superiores, así que finge humillarse y se deja llevar preso a la misma isla de Númenor, donde pervierte la mente del rey Ar-Pharazôn y de los Hombres del Rey, a los que convence de realizar sacrificios humanos (de Fieles) a Melkor, de olvidar el culto a Eru que se venía realizando en el centro de la isla desde siempre y a planear un ataque a Aman.
Cuando Ar-Pharazôn ve su muerte cerca, accede a los planes de Sauron y se embarca con numerosa flota hacia Aman. Sauron sabe que no saldrán vencedores y se queda en Númenor. Los Fieles representados por Elendil se encuentran preparados en los puertos orientales de la isla, listos para huir por si el plan del padre de Elendil, Amandil, falla, al querer repetir la hazaña de Eärendil, cosa que probablemente sucede, pues nunca se volvió a saber de él.
Los Valar, al verse asediados por los Númenóreanos, piden ayuda a Eru, que en su enojo entierra en el mar a Ar-Pharazôn y todos los Númenóreanos que lo acompañan. Igualmente hunde por completo la isla de Númenor y le da una nueva forma a la Tierra, haciéndola redonda (como después pudieron constatar los marineros Númenóreanos sobrevivientes), de forma que el acceso a Aman ya no fuera libre para nadie, y sólo los elfos tienen el derecho a encontrar el llamado Camino Recto hacia Valinor y Tol Eressëa. Al hundirse Númenor, Sauron se hunde con la isla, aunque por supuesto eso no acaba con él. Por otra parte, Elendil y sus hijos son expulsados por las olas hacia la Tierra Media; llevan consigo las siete Palantiri y un retoño del árbol blanco que Isildur rescató.
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