Por su parte, los hombres conocidos como los Edain se convierten en los Númenóreanos, y se embarcan todos a la isla de Númenor, guiados por la estrella de Eärendil que porta el Silmaril en el cielo (se dice que también los Drúedain viajaron con ellos, pero cuando tuvieron oportunidad de regresar a la Tierra Media así lo hicieron todos). Elros, hijo de Eärendil se convierte en su primer rey. Los Númenóreanos se convierten lógicamente en marineros, pero tienen prohibido navegar hacia el oeste, de forma tal que no pueden llegar a Aman, aunque mantienen relaciones pacíficas con los elfos Noldor de Tol Eressëa, que los visitan regularmente.
Pasan siglos de historia en la que se vive en paz. Probablemente en esta época los Númenóreanos reciben siete de las ocho Palantiri o piedras videntes, la octava piedra se conserva en Tol Eressëa para mantener comunicación. Igualmente en Númenor crece un retoño del árbol blanco Celeborn, descendiente de Telperion, que crecía en Tol Eressëa. Númenor crece en sabiduría y poder. Se desarrollan numerosas artes y ciencias, como las marítimas, las astronómicas, las médicas, etc.
Los reyes Númenóreanos siguen una sucesión varonil, motivo por el cual Silmarien, hija primogénita del rey Tar-Elendil no se convierte en reina, sin embargo de sus hijos surgen los nobles de Andúnië, de los que nacerán al final Elendil y sus hijos Isildur y Anárion.
En tiempos del rey Tar-Meneldur los elfos vuelven a sentir que la oscuridad regresa. Los Númenóreanos son advertidos a través del hijo del rey, Aldarion. Ocurre la tragedia entre Aldarion y su esposa Erendis, que origina la nueva ley de sucesión que permite a las mujeres convertirse en reinas de Númenor si son primogénitas y no tienen hermanos varones.
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